Berlin es a mi parecer una ciudad bastante destartalada, sobre todo por algunas zonas en las que aún siguen con sus eternas obras. Es el caso de Alexanderplatz, un lugar que prometía mucho, y sin embargo me decepcionó en gran medida.
Pero Berlin es un lugar mágico a veces, extenso, grande, y sobre todo verde. Y es que la inmensa mayoría de Berlin está cubierta por parques enormes, frondosos y húmedos. A veces da miedo introducirse en algunos de ellos. Es el caso del Tiergarten, un parque que cuenta con muchísimas especies de animales correteando libremente, varios Biergarten donde podemos degustar de la comida alemana y buena cerveza, y muchos lagos por los que se puede dar una vuelta en pequeños botes.
Una de las entradas al Tiergarten
Parque en Charlottenburg
Otra de las cosas que me maravilló de Berlin, fue su muro, que ahora es un museo de arte al aire libre, donde sus pinturas son constantemente restauradas. Y es que la historia de Berlin, a pesar de tener muchos años, solo aparece reflejada desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy en día. La arquitectura de la ciudad es fascinante, contemporánea y vanguardista. Muy variada, como sus habitantes. Es la cuarta gran ciudad que visito de Alemania y desde luego nada tiene que ver con las anteriores. La gente es más abierta de lo habitual y la mayoría dominan el inglés, algo muy útil cuando lo único que sé de alemán es contar hasta diecinueve.
Una de las iglesias derruidas por la guerra en Potsdamer
Uno de los días nos escapamos del centro para visitar un lugar histórico: el Olympiastadion. Aquí fue donde Jesse Owens ganó sus cuatro medallas delante del Führer, quien le tuvo que dar la mano a regañadientes (recordemos que el norteamericano era de raza negra), el mismo estadio donde Italia ganó a Francia en la final de fútbol en 2006, y donde vimos batir a Usain Bolt todos los records escritos hasta la historia de los 100 y 200 metros lisos en 2009.
Uno de los grabados de las olimpiadas de 1936, con sus ganadores
El estadio desde dentro
Otra de las cosas que me gusta de este tipo de viajes es con las cosas que te encuentras de repente. Fue el caso de esta tienda en la que vendían chocolate. Aquí se puede ver el Reichtag alemán convertido en dulce chocolate.
Así pues, Berlin no es la ciudad más bonita que he visitado, pero es una de las que más me ha sorprendido. Es grande, porque es alemana, tiene muchísima variedad, el transporte es más que aceptable, se pueden visitar palacios que te pueden llevar un día entero, como puede ser el palacio de Charlottenburg, o incluso puedes hacer una escapada a Potsdam para visitar otros palacios más grandes aún, rodeados de verde y más verde. La gente es amable, no es estrictamente alemana. La noche es divertida y larga. La comida es fantástica, la cerveza también.
Podría estar hablando todo el día de ello, pero lo mejor es que lo visitéis, si queréis, cuando podáis.
Prost!
